Los trastornos por consumo de drogas se cuentan entre las varias afecciones que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) han identificado como factores que aumentan el riesgo de enfermar gravemente por COVID-19. Por ese motivo, es especialmente importante que las personas que consumen drogas o son adictas se vacunen. Como puede existir reticencia por parte de quienes históricamente han sufrido estigmatización en el sistema del cuidado de la salud debido a una adicción, los líderes comunitarios, los proveedores de atención médica y otros miembros de la comunidad deben asumir un papel activo para alentar y facilitar la vacunación de las personas con problemas de drogas.
Cada vez hay más datos sobre los mayores riesgos de una infección por COVID-19 en las personas con trastornos por consumo de drogas. En un análisis de registros electrónicos de salud de 73 millones de pacientes en hospitales de Estados Unidos, mis colegas y yo hallamos que las personas con trastornos por consumo de drogas —especialmente las que recientemente habían recibido el diagnóstico— tenían un riesgo mucho más alto que otras de contagiarse de COVID-19 o sufrir los peores desenlaces de la enfermedad; esto fue particularmente cierto en el caso de personas negras. Otros estudios en Corea y en la ciudad de Nueva York hallaron relaciones similares entre los trastornos por consumo de drogas y la vulnerabilidad a la COVID-19. Lo mismo se vio en un análisis de datos de 54,529 pacientes realizado por investigadores de University of Texas Medical Branch en Galveston. Estos investigadores también sugirieron que las afecciones cardiovasculares o respiratorias crónicas relacionadas con el consumo de drogas pueden contribuir indirectamente a esta mayor vulnerabilidad.
Actualmente, todas las personas mayores de 12 años tienen acceso a la vacuna en Estados Unidos. Es importante recordar que la vacuna no se le puede negar a nadie por problemas de salud subyacentes, incluidos el consumo de drogas o los trastornos por consumo de drogas. En todo el país, las comunidades y los sistemas de salud están distribuyendo vacunas en forma gratuita, independientemente del estado migratorio o la cobertura de seguro de salud de un individuo. Tampoco se puede cobrar la visita al consultorio ni ningún otro cargo a quienes reciben la vacuna. Las tres vacunas aprobadas por la FDA se consideran igualmente eficaces e inocuas.
No obstante, los temores sobre las vacunas, la falta de confianza en el Gobierno y en la industria farmacéutica y la desinformación están haciendo que muchas personas elijan no vacunarse, cuando la vacuna podría potencialmente salvarles la vida. En particular, la resistencia a la vacuna podría ser un problema entre quienes pueden haber experimentado anteriormente un mal trato en el sistema de salud debido a su consumo de drogas.
Una encuesta que realizó el año pasado el Addiction Policy Forum (APF) halló que casi la mitad de su muestra de personas afectadas por trastornos por consumo de drogas (consumidores activos, en tratamiento o en recuperación) expresaron renuencia a vacunarse contra la COVID-19. Entre los motivos mencionados por los encuestados se cuentan la desconfianza en el Gobierno, preocupación por la rapidez con que se están creando las vacunas y escepticismo en cuanto a que ellos corren un riesgo mayor.
No obstante, los participantes de la encuesta también dijeron que confían en su médico más que en cualquier otra persona cuando se trata de tomar decisiones sobre la salud, algo que concuerda con otras encuestas que indican que el proveedor de atención médica es en quien más confían las personas con respecto a información sobre la COVID-19 y las vacunas. Esto significa que, como mensajeros de confianza, los profesionales del área de la salud están en la mejor posición para ayudar a persuadir a los pacientes de la inocuidad de las vacunas y de los muchos e importantes beneficios de la vacunación.
No hay pruebas de que las vacunas contra la COVID-19 sean menos inocuas o menos eficaces en las personas que consumen drogas, tienen trastornos por consumo de drogas o están recibiendo medicamentos para tratar una adicción. Y para esos individuos, los beneficios van mucho más allá de reducir el riesgo de contagiarse de COVID-19 o sufrir los peores efectos de la enfermedad. Un hecho sumamente importante es que la vacunación permite volver a reunirse con otros en forma segura. El aislamiento es un factor de riesgo para las recaídas en el consumo de drogas, y los grupos de recuperación tuvieron que suspender las reuniones presenciales este último año. Para algunos, las reuniones virtuales han sido una salvación; para otros, no resultan un sustituto adecuado de la interacción en persona, o tal vez ni siquiera sean una opción. Por lo tanto, para las personas adictas o que sufren de otros trastornos de salud mental como depresión o ansiedad, que se han visto acentuados por el estrés del aislamiento, la vacunación traería un retorno a la normalidad, incluido el mayor acceso a los apoyos sociales.
Las personas que consumen drogas tampoco deben preocuparse por su privacidad, como por ejemplo tener que divulgar el consumo anterior o actual de drogas. Quienes administran la vacuna contra la COVID-19 no hacen preguntas sobre el consumo de drogas. No es necesario divulgar información sobre el historial de salud, más allá de las alergias conocidas a las vacunas, o las afecciones inmunitarias o de la sangre que podrían ser potencialmente relevantes para recibir la vacuna.
Los proveedores de atención médica, las farmacias, los centros de tratamiento y otros participantes en las tareas de administración de vacunas deben asignar prioridad a tratar de llegar a las personas de su comunidad que consumen drogas. Los programas de tratamiento para opioides y los programas de servicios de jeringas, por ejemplo, deberían tener vacunas disponibles en sus instalaciones. Ahora, en algunos lugares hay clínicas de vacunación a las que se puede acudir sin cita para facilitar la vacunación a quienes tienen situaciones de vivienda u horarios complicados.
Algunas de las estrategias innovadoras que se implementaron durante la pandemia para hacer llegar medicamentos y tratamientos para la adicción a personas con trastornos por consumo de drogas
—tales como la dispensa de medicamentos para el trastorno por consumo de opioides desde furgonetas móviles—podrían aprovecharse para hacer llegar también vacunas contra la COVID-19. Las modalidades de telesalud que cada vez se utilizan más para la gestión de medicamentos pueden usarse para informar a los pacientes y alentarlos a vacunarse. Los centros de tratamiento y otros proveedores de servicios también pueden comunicarse con sus pacientes por mensaje de texto. Con financiamiento de la organización Foundation for Opioid Response Efforts, APF ha establecido un navegador informativo sobre la vacunación para ayudar a las personas con problemas de drogas a transitar las complejidades locales de las citas para vacunarse y abordar cualquier preocupación que puedan tener sobre las vacunas.
Para obtener más información sobre las vacunas, cómo se crearon y la importancia de vacunarse, los invito a que vean este video de AFP que grabé con el Dr. Fauci.