Estudios longitudinales de niños ayudarán a entender el impacto de la pandemia sobre el desarrollo

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Baby smiling
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La semana pasada se otorgaron los primeros subsidios para el Estudio HEALthy Brain and Child Development (HBCD) (en inglés) sobre el cerebro y el desarrollo infantil, el cual reclutará un amplio grupo de mujeres embarazadas en 25 centros en todo el país y realizará el seguimiento de ellas y de sus hijos desde la etapa prenatal hasta la niñez temprana. Con un concepto similar al del Estudio del desarrollo cognitivo del cerebro adolescente (ABCD) actualmente en marcha, HBCD utilizará neuroimágenes regulares de los bebés y los niños y recogerá una amplia variedad de muestras biológicas y datos conductuales para graficar el desarrollo y la salud de los participantes durante su primera década de vida. El grupo incluirá una población de madres que consumieron drogas durante el embarazo y también madres procedentes de entornos similares que no consumieron drogas; el propósito es responder preguntas que hace tiempo están pendientes sobre el efecto a largo plazo de la adversidad ambiental durante el embarazo, que incluye factores como la exposición prenatal a las drogas, la negligencia, el trauma y los problemas socioeconómicos.

En un mundo que cambió radicalmente a causa de la pandemia, los estudios longitudinales del desarrollo infantil nunca han sido tan indispensables, y el momento de estos subsidios no podría ser más oportuno. Durante el último año y medio, padres y cuidadores se han visto agobiados con preguntas inquietantes sobre el desarrollo y la salud mental de sus hijos. Quienes han tenido que improvisar soluciones no óptimas para el cuidado de niños pequeños se preguntan cuáles serán los efectos de la menor actividad física, la poca socialización y el mayor tiempo frente a una pantalla. Los padres de niños en edad escolar quieren saber si un año de aprendizaje en el hogar puede haber retrasado a sus hijos en el aspecto académico. Y los investigadores buscan averiguar de qué modo los eventos traumáticos asociados con la pandemia —como la pérdida de uno de los padres o el desalojo de la vivienda— influyen en el curso del desarrollo. Este es exactamente el tipo de preguntas que buscan responder el estudio ABCD y, próximamente, el estudio HBCD.

A pesar de las dificultades que originó la pandemia, el estudio ABCD —actualmente en su quinto año— continúa recolectando gran cantidad de datos sobre una amplia variedad de temas, entre ellos la obesidad y el consumo de drogas en la adolescencia temprana, el desarrollo cerebral en relación con el estatus socioeconómico y el impacto que tiene la discriminación en la suicidialidad. Los investigadores ya han publicado datos sobre los cambios en el consumo de nicotina y alcohol entre los adolescentes (en inglés) luego del comienzo de la pandemia. El grupo de ese estudio es amplio y cuenta con diversidad suficiente para poder comparar el desarrollo cerebral y otros desenlaces conductuales y de salud de adolescentes que participaron en la educación en el hogar durante todo el año lectivo 2020-21 con los de estudiantes de escuelas que estuvieron abiertas algún tiempo durante ese período. Ahora, el estudio HBCD permitirá a los científicos examinar cuán temprano la salud y el desarrollo infantil se ven impactados por algunos de los factores estresantes que afectan a las familias jóvenes a raíz de la pandemia, incluido el impacto que la infección de COVID-19 de la madre tiene en sus hijos.

Todavía hay brechas importantes en nuestro conocimiento de cómo se desarrolla el cerebro de los bebés y los niños y cómo ese desarrollo se ve afectado por la exposición a adversidades. Dado que el cerebro experimenta un desarrollo sustancial y rápido durante la primera infancia, la niñez y la adolescencia, muchas de nuestras características y aptitudes —y también nuestra resiliencia o vulnerabilidad ante las dificultades que pueden llevar al consumo de drogas y a la enfermedad mental— son profundamente moldeadas por las experiencias de las dos primeras décadas de vida. La perturbación y dislocación social que producen las guerras, los desastres naturales, las crisis económicas, los disturbios sociales y las pandemias pueden tener efectos duraderos, a veces en formas que no son aparentes de inmediato pero se manifiestan como problemas años más tarde.

Así y todo, si bien la extrema plasticidad del cerebro en desarrollo hace que los niños sean vulnerables, esa misma característica puede constituir también un punto fuerte. Los niños pueden ser tremendamente resilientes, y hay estudios que demuestran que, con los apoyos apropiados y con programas específicos de prevención, los efectos neurocognitivos de los entornos adversos, como la pobreza, pueden compensarse o superarse. La información que se desprenda de los estudios HBCD y ABCD nos ayudará a entender la magnitud relativa de diversos riesgos —como la falta de interacción social o actividad física o la inestabilidad económica—, así como el modo en que los varios riesgos interactúan entre sí, cuál es la población más afectada y si es posible contrarrestar o compensar ciertas adversidades ambientales. Con la información que se recabe en estos estudios, podría ser posible predecir cuáles son los niños que tienen mayor riesgo debido a diversos factores de estrés causados por la pandemia y diseñar intervenciones para evitar consecuencias negativas o planificar la intervención temprana en esos grupos.

La pandemia ha planteado un desafío sin precedentes para la vida, la salud y el bienestar de todos los habitantes del planeta. La ciencia respondió al reto de crear vacunas en tiempo récord. Ahora, con dos grandes estudios longitudinales sobre el desarrollo, que cubren desde el período prenatal hasta la adultez temprana, la ciencia financiada por los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) está preparada para abordar algunas de las preguntas más urgentes que enfrentan los padres en la sociedad estadounidense: ¿de qué manera los niños se ven afectados por los factores estresantes y las transformaciones que están reconfigurando nuestra sociedad ante nuestros propios ojos? ¿Qué desafíos podemos anticipar? ¿Cuáles son los niños más vulnerables? ¿Y cómo podemos ayudarlos a superar esas dificultades y prosperar?