La pandemia oculta de COVID-19 en Estados Unidos: los niños huérfanos Más de 140,000 niños han perdido a un cuidador primario o secundario por la pandemia de COVID-19

Estudio destaca marcadas disparidades en las muertes de cuidadores según raza y etnia, reclama urgente respuesta de salud pública

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Father reading with young daughter.

Por cada cuatro muertes por COVID-19, un niño en Estados Unidos pierde a uno de sus padres o a un cuidador, revela un nuevo estudio de modelación publicado hoy en Pediatrics. Los hallazgos ilustran la orfandad como una tragedia secundaria oculta y continua causada por la pandemia de COVID-19, y destacan que la identificación y el cuidado de estos niños a lo largo de su desarrollo es una parte necesaria y urgente de la respuesta a la pandemia, tanto mientras persista la pandemia como después de ella.

Entre el 1.o de abril de 2020 y el 30 de junio de 2021, los datos sugieren que más de 140,000 niños y jóvenes menores de 18 años en Estados Unidos perdieron a uno de sus padres, un abuelo custodio o un abuelo cuidador que proveía la vivienda y satisfacía sus necesidades básicas, entre ellas amor, seguridad y cuidado diario. En general, el estudio muestra que aproximadamente uno de cada 500 niños en Estados Unidos ha experimentado la orfandad o la muerte de un abuelo cuidador asociadas con COVID-19. Hubo disparidades raciales, étnicas y geográficas en la muerte asociada con COVID-19 de los cuidadores: los niños de minorías raciales y étnicas representaron el 65% de los que perdieron a un cuidador primario debido a la pandemia.

La vida de los niños cambia permanentemente con la muerte del padre, la madre o un abuelo o abuela que les brindaba el hogar, satisfacía sus necesidades básicas y les prestaba cuidados. La muerte de uno de los padres se encuentra entre las experiencias adversas en la infancia (ACE) que se vinculan con problemas de salud mental, menor tiempo en la escuela, menor autoestima, conductas sexuales de riesgo y mayor riesgo de abuso de sustancias, suicidio, violencia, abuso sexual y explotación.

"La orfandad de niños a causa de COVID es una pandemia oculta y global que, lamentablemente, también alcanza a Estados Unidos", dijo Susan Hillis, investigadora de los CDC y autora principal del estudio. "Todos nosotros, especialmente nuestros niños, sentiremos el grave impacto inmediato y a largo plazo de este problema en generaciones futuras. Abordar las pérdidas que han sufrido —y continúan sufriendo— estos niños debe ser una de nuestras principales prioridades, y esa atención debe incorporarse a cada aspecto de nuestra respuesta de emergencia, tanto ahora como en el futuro pospandemia".

El estudio fue una colaboración entre los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), Imperial College London, Harvard University, Oxford University y University of Cape Town, Sudáfrica. Publicado en la edición del 7 de octubre de Pediatrics, estuvo dirigido conjuntamente por el equipo de Respuesta al COVID de los CDC y por Imperial College London, y fue financiado parcialmente por el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA) —parte de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH)— y por Imperial College London.

"La cuantía de los jóvenes afectados es un recordatorio aleccionador del impacto devastador de los últimos 18 meses", dijo la Dra. Alexandra Blenkinsop, una de las investigadoras líderes de Imperial College London. "Estos hallazgos realmente destacan a esos niños que han quedado más vulnerables a raíz de la pandemia y señalan el área hacia la cual se deben dirigir recursos adicionales".

El análisis utilizó datos de mortalidad, fertilidad y del Censo para estimar la orfandad (muerte de uno o ambos padres) y las muertes asociadas con COVID-19 de abuelos custodios o que vivían en el mismo hogar entre el 1.o de abril de 2020 y el 30 de junio de 2021, para Estados Unidos en general y para cada uno de los estados. El término "muertes asociadas con COVID-19" se refiere a la combinación de las muertes causadas directamente por COVID-19 y las muertes causadas indirectamente por otras causas relacionadas, tales como el confinamiento, las restricciones sobre reuniones y el desplazamiento de la población, o el menor acceso o menor calidad de la atención médica y del tratamiento de enfermedades crónicas. Los datos también se separaron y analizaron por raza y etnia, incluidos blancos, negros, asiáticos e indoamericanos/nativos de Alaska, y por poblaciones hispanas y no hispanas.

Los autores del estudio estiman que 120,630 niños en el país perdieron a un cuidador primario (uno de los padres o uno de los abuelos responsable de proveer vivienda, necesidades básicas y cuidado) debido a una muerte asociada con COVID-19. Además, 22,007 niños experimentaron la muerte de un cuidador secundario (abuelos que proveían vivienda pero no la mayoría de las necesidades básicas). En general, se estima que 142,637 niños han sufrido la muerte de al menos un padre o un abuelo custodio o un abuelo cuidador con quien compartían el hogar.

"La muerte de una figura parental es una pérdida enorme que puede redefinir la vida de un niño. Debemos trabajar para asegurar que todos los niños tengan acceso a intervenciones de prevención basadas en la investigación que puedan ayudarlos a transitar este trauma, a fin de apoyar su salud mental y bienestar futuros", dijo la Dra. Nora D. Volkow, directora del NIDA. "Al mismo tiempo, debemos abordar las muchas inequidades subyacentes y las disparidades de salud que ponen a las personas de color en mayor riesgo de contraer COVID-19 y morir a causa de la enfermedad, lo que coloca a los niños de color en mayor riesgo de perder a un padre o cuidador, con los consecuentes efectos adversos sobre su desarrollo".

Disparidades raciales y étnicas en la muerte asociada con COVID-19 de un cuidador

Hubo importantes disparidades raciales y étnicas en la muerte de cuidadores a causa de COVID-19. Las personas blancas representan el 61% de la población total de Estados Unidos, y las minorías raciales y étnicas representan el 39% de la población total del país. No obstante, los resultados del estudio indican que los niños blancos no hispanos representan el 35% de los que perdieron a un cuidador primario (51,381 niños), mientras que los niños de minorías raciales y étnicas representan el 65% de quienes perdieron a un cuidador primario (91,256 niños).

Al observar tanto a cuidadores primarios como secundarios, el estudio halló grandes variaciones según la raza/etnia: 1 de cada 168 niños indoamericanos/nativos de Alaska, 1 de cada 310 niños negros, 1 de cada 412 niños hispanos, 1 de cada 612 niños asiáticos y 1 de cada 753 niños blancos experimentaron orfandad o la muerte de cuidadores. En comparación con los niños blancos, los niños indoamericanos/nativos de Alaska fueron 4.5 veces más propensos a perder a un padre o a un abuelo cuidador; la propensión entre niños negros fue 2.4 veces mayor, y entre niños hispanos fue casi 2 (1.8) veces mayor.

En general, los estados con gran cantidad de habitantes (California, Texas y Nueva York) tuvieron la mayor cantidad de niños que sufrieron la muerte asociada con COVID-19 de sus cuidadores primarios. Sin embargo, al analizar los datos según la geografía y la raza/etnia, los autores pudieron identificar cómo estas muertes y disparidades variaban a nivel estatal.

En estados del sur a lo largo de la frontera con México, incluidos Nuevo México, Texas y California, entre el 49% y el 67% de los niños que perdieron a un cuidador primario fueron de etnia hispana. En la región sureste, en los estados de Alabama, Louisiana y Mississippi, entre el 45% y el 57% de los niños que perdieron a un cuidador principal fueron negros. Y los niños indoamericanos/nativos de Alaska que perdieron a un cuidador primario se vieron representados con mayor frecuencia en Dakota del Sur (55%), Nuevo México (39%), Montana (38%), Oklahoma (23%) y Arizona (18%).

Este estudio se alinea significativamente con un estudio similar publicado en The Lancet en julio de 2021, el cual halló que más de 1.5 millones de niños en el mundo perdieron a un cuidador primario o secundario durante los primeros 14 meses de la pandemia de COVID-19. Tanto en los estudios globales como en los realizados en Estados Unidos, los investigadores usaron la definición de orfandad de UNICEF, que incluye la muerte de uno o ambos padres6. La definición incluye a los niños que pierden solo a uno de los padres porque esos niños tienen mayores riesgos de sufrir problemas de salud mental, abuso, inestabilidad habitacional y pobreza en el hogar. En el caso de los niños criados por una madre o un padre solteros, la muerte asociada con COVID-19 de esa figura parental puede representar la pérdida de la persona que es principalmente responsable de brindarles amor, seguridad y cuidados diarios.

“A menudo pensamos en el impacto del COVID-19 en términos de la cantidad de vidas que se cobra la enfermedad, pero como revela este estudio, es crítico abordar también el impacto más amplio, tanto en términos de quienes han muerto como de quienes han quedado atrás", dijo el coautor del estudio Dr. Charles A. Nelson III, quien estudia los efectos de la adversidad sobre el cerebro y el desarrollo conductual en Boston Children's Hospital. "Debemos asegurar que los niños que han perdido a un padre o a un cuidador tengan acceso a los servicios de apoyo que necesitan, y que este impacto adicional de la pandemia de COVID-19 se aborde en forma integral, tanto en nuestra respuesta rápida como en nuestra respuesta general de salud pública".

Hay respuestas basadas en la investigación que pueden mejorar los desenlaces para los niños que experimentan la muerte asociada con COVID-19 de sus cuidadores:

  • Mantener a los niños con su familia es una prioridad. Esto significa que las familias desoladas por la pandemia deben ser apoyadas, y quienes necesiten cuidados de parientes o cuidados de acogida deben recibir esos servicios con rapidez.
  • La resiliencia de los niños puede reforzarse a través de programas y políticas que promuevan relaciones estables y enriquecedoras y aborden la adversidad en la infancia. Entre las estrategias clave se cuentan:
    • ayudas económicas más robustas para las familias ;
    • cuidado infantil de calidad y apoyo educativo;
    • programas basados en la investigación para mejorar las habilidades parentales y las relaciones familiares.
  • Todas las estrategias deben ser específicas para la edad de los niños y ser sensibles a disparidades raciales e inequidades estructurales. Además, deben llegar a los niños que más las necesitan.

En las palabras de cierre del estudio: "La acción eficaz para reducir las disparidades de salud y proteger a los niños de los daños directos y secundarios del COVID-19 es un imperativo de salud pública y un imperativo moral".

Referencia: S Hillis, et al. Covid-19-Associated Orphanhood and Caregiver Death in the United StatesPediatrics. DOI: 10.1542/peds.2021-053760 (2021).