¿Qué significa decir que la adicción es un trastorno del cerebro?

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La expresión reconoce que la adicción es una afección médica crónica pero tratable en la que se producen cambios en los circuitos cerebrales que participan en la recompensa, el estrés y el autocontrol.

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MRI scan of a brain

Cuando era una científica joven, en la década de los 80, utilicé tecnologías de imágenes —nuevas en esa época— para observar el cerebro de personas drogadictas y compararlo con el cerebro de quienes no tenían problemas de drogas. A medida que comenzamos a hacer el seguimiento de esas imágenes únicas del cerebro y a documentarlas, mis colegas y yo nos dimos cuenta de que las imágenes representaban la primera prueba en humanos de que existían modificaciones en el cerebro de las personas adictas que podían explicar el carácter compulsivo del consumo de drogas. Los cambios eran tan marcados que en algunos casos hasta era posible identificar a quienes sufrían de adicción con solo mirar las imágenes de su cerebro.

Alan Leshner, que era el director del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas en esos días, comprendió de inmediato las implicancias de esos hallazgos, los cuales ayudaron a consolidar el concepto de la adicción como una enfermedad del cerebro. En las últimas tres décadas, ha emergido un consenso científico de que la adicción es una afección médica crónica pero tratable en la que se producen cambios en los circuitos que participan en la recompensa, el estrés y el autocontrol; esto ha sido de gran utilidad para que los investigadores lograran identificar anormalidades neurobiológicas que pueden abordarse con intervención terapéutica. A partir de este nuevo concepto, se han podido organizar mejores formas de distribución de tratamientos para la adicción dentro del sistema de salud pública y se ha reducido el estigma asociado con las drogas.

Las personas informadas ya no ven la adicción como una falla o debilidad moral, y cada vez son más los legisladores que reconocen que el castigo es una herramienta ineficaz e inapropiada para corregir el problema de drogas de una persona. Lo que se necesita es tratamiento.

Afortunadamente, existen medicamentos eficaces para tratar el trastorno por consumo de opioides. Los fármacos no pueden ocupar el lugar de la voluntad de un individuo, pero ayudan a que las personas adictas puedan resistir los constantes desafíos a los que se enfrenta su voluntad. Se ha demostrado
–estudio tras estudio– que reducen el consumo de drogas ilegales y sus consecuencias; de hecho, salvan vidas.

Aun así, el modelo médico de la adicción como un trastorno o enfermedad cerebral tiene críticos acérrimos. Hay quienes sostienen que esta concepción de la adicción minimiza las importantes causas sociales y del entorno, sin reparar en que la consideración de la adicción como trastorno de los circuitos cerebrales no desconoce el importante papel que tienen en ella las presiones sociales como la soledad, la pobreza, la violencia y otros factores psicológicos y sociales. En realidad, el enfoque teórico actualmente dominante en la ciencia de la adicción es el modelo biopsicosocial, el cual reconoce las complejas interacciones que existen entre la biología, la conducta y el entorno social.

Hay sustratos neurobiológicos en todo lo que pensamos, sentimos y hacemos; la estructura y el funcionamiento del cerebro están moldeados por entornos y conductas, y también por circunstancias genéticas, hormonales y de edad, entre otros factores biológicos. Son las complejas interacciones entre estos factores las que subyacen tras trastornos como la adicción y la capacidad para superarlos. Comprender las formas en que las privaciones sociales y económicas aumentan los riesgos de consumir drogas y sus consecuencias es un tema central en la ciencia de la prevención, y es una parte primordial del modelo biopsicosocial. También resulta esencial encontrar maneras de promover la resiliencia a través de intervenciones de prevención que fomenten entornos familiares, escolares y comunitarios más saludables.

Los críticos del modelo de trastorno cerebral a veces argumentan que pone demasiado énfasis en los circuitos de recompensa y autocontrol del cerebro y pasa por alto el papel fundamental que desempeña el aprendizaje. Sugieren que la adicción no es esencialmente diferente de otras experiencias que redireccionan nuestros sistemas básicos de motivación y, consecuentemente, "modifican el cerebro". A modo de ejemplo, citan el hecho de enamorarse. El amor tiene ciertas similitudes con la adicción. Como analiza Maia Szalavitz en Unbroken Brain, cuando las personas están dominadas por el amor —ya sea amor romántico o amor por un niño—, pueden pasar por alto otras metas sanas, soportar dificultades, violar las leyes o llegar de cualquier forma a los extremos del mundo para estar con el objeto de su afecto y protegerlo.

En el modelo de trastorno cerebral, la neuroplasticidad subyacente en el aprendizaje es fundamental. Nuestros circuitos de recompensa y autocontrol evolucionaron precisamente para permitirnos descubrir nuevas recompensas importantes y sanas, recordarlas y perseguirlas con firmeza; se dice a veces que las drogas "secuestran" esos circuitos.

Las metáforas iluminan complejidades al precio de encubrir sutilezas, pero la metáfora del secuestro es muy apta: las potentes drogas que se cobran tantas vidas en la actualidad, como la heroína y el fentanilo, no existieron durante la mayor parte de la historia de nuestra evolución. Ejercen sus efectos sobre circuitos cerebrales sensibles que se han ido refinando a lo largo de millones de años para reforzar conductas que son esenciales para la supervivencia del individuo y de la especie. Dado que facilitan el mismo proceso de aprendizaje que las recompensas naturales, las drogas pueden engañar fácilmente al cerebro y hacer que este las considere más importantes que las recompensas naturales como la comida, el sexo o la crianza de un hijo.

Dentro del marco más amplio del modelo biopsicosocial, lo que el modelo de trastorno cerebral captura mejor que otros modelos —como aquellos que se enfocan en la adicción como una conducta aprendida— es la importantísima dimensión de la variabilidad biológica entre individuos, que hace que ciertas personas sean más susceptibles que otras a este “secuestro”. Son muchos quienes prueban las drogas, pero la mayoría no comienza a consumirlas en forma compulsiva ni se vuelve adicta. Hay estudios que están identificando variantes de genes que confieren resiliencia o riesgo de adicción, así como factores del entorno en las primeras etapas de la vida que afectan ese riesgo. Este conocimiento permitirá desarrollar estrategias de prevención y tratamiento personalizadas con precisión, del mismo modo que está posibilitando la esfera más amplia de la medicina personalizada.

Algunos críticos también señalan, correctamente, que un porcentaje importante de personas que desarrollan adicción finalmente se recuperan sin tratamiento médico. Puede llevar años o décadas, puede surgir simplemente de tener más edad y dejar de lado un trastorno que comenzó durante la juventud, o puede resultar de un número de cambios en la vida que ayuden a una persona a reemplazar la droga por otras prioridades. Todavía no comprendemos todos los factores que hacen que algunas personas puedan recuperarse con mayor facilidad que otras ni los mecanismos neurobiológicos que ayudan en la recuperación. Estas son áreas importantes que se deben investigar.

Pero cuando las personas se recuperan de la adicción por su cuenta, a menudo es porque no ha habido tratamientos eficaces disponibles o asequibles, o no los han buscado. Y son demasiados los que no se recuperan sin ayuda o no tienen nunca la oportunidad de recuperarse. Más de 174 personas mueren cada día por sobredosis de drogas. Decir que porque algunas personas pueden recuperarse de la adicción sin ayuda no deberíamos considerar la drogadicción como una enfermedad o trastorno sería irresponsable desde el punto de vista médico. El mayor acceso a tratamientos médicos —en particular, medicamentos para el trastorno por consumo de opioides— y animar a las personas con trastornos por consumo de drogas a que busquen tratamiento son dos elementos absolutamente esenciales pare evitar estas cifras de muertes que continúan aumentando, sin mencionar la incidencia en la mitigación de la amplia devastación que la adicción causa en las vidas, las carreras y las familias de las personas afectadas.

La adicción es, en efecto, muchas cosas: una respuesta mal adaptada a los factores estresantes del entorno, un trastorno del desarrollo, un trastorno causado por la desregulación de los circuitos cerebrales y, sí, una conducta aprendida. Nunca podremos solucionar la adicción si no podemos hablar de la miríada de factores que contribuyen a ella y abordarlos: factores biológicos, psicológicos, conductuales, sociales, económicos, etcétera. Considerarla como un problema médico tratable del cual las personas pueden recuperarse —y en efecto se recuperan— es fundamental para permitir una respuesta enfocada en la salud pública que garantice el acceso a tratamientos eficaces y reduzca el estigma que rodea a este trastorno que afecta a casi el 10% de la población de Estados Unidos en algún momento de su vida.