COVID-19: Las posibles implicaciones para las personas con trastornos por consumo de drogas

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Esta ilustración, creada por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), muestra la morfología ultraestructural que presentan los coronavirus. Se destacan los picos que adornan la superficie exterior del virus alrededor del vitrión y que, cuando se observan con microscopía electrónica, le dan el aspecto de una corona. Un nuevo coronavirus, llamado “coronavirus 2 responsable del síndrome respiratorio agudo grave” (SARS-CoV-2, por su sigla en inglés), fue identificado como la causa del brote de una enfermedad respiratoria que se detectó inicialmente en Wuhan, China, en el 2019. La enfermedad causada por este virus recibió el nombre de COVID‑19 (coronavirus disease 2019).

A medida que la población de Estados Unidos y el resto del mundo se enfrentan a la enfermedad COVID-19, la comunidad de investigadores debe estar alerta a la posibilidad de que podría tener un impacto especialmente fuerte en los grupos de población con trastornos por el consumo de drogas. Dado que el coronavirus que causa COVID-19 ataca los pulmones, podría representar un peligro particularmente grave para quienes vapean o fuman tabaco o marihuana. Las personas con trastornos por el consumo de opioides y metanfetamina también pueden ser vulnerables debido a los efectos que esas drogas tienen en la salud respiratoria y pulmonar. Además, las personas con trastornos por consumo de drogas son más propensas que la población en general a no tener vivienda o a estar encarceladas, y esas circunstancias presentan problemas únicos con respecto a la transmisión del virus causante de la COVID-19. Todas estas posibilidades deben ser el centro de una vigilancia activa mientras trabajamos para comprender mejor esta amenaza emergente para la salud.

Se cree que el virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19, se transmitió entre especies y pasó de otros mamíferos (como los murciélagos) a los seres humanos inicialmente en Wuhan, capital de la provincia de Hubei en China, a fines del 2019. Ataca las vías respiratorias y parece tener una tasa de mortalidad superior a la de la gripe estacional. La tasa exacta de mortalidad todavía se desconoce, ya que depende de la cantidad de casos sin diagnosticar o asintomáticos, y es necesario efectuar más análisis para determinar esas cifras. Hasta ahora, las muertes y enfermedades graves causadas por la COVID-19 parecen concentrarse en las personas mayores que tienen problemas de salud subyacentes, como diabetes, cáncer o trastornos respiratorios. Por lo tanto, es razonable suponer que el compromiso de la función pulmonar o las enfermedades respiratorias relacionadas con antecedentes de tabaquismo (como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, o EPOC), puedan poner a las personas en riesgo de sufrir complicaciones graves de la COVID-19.

Los NIH han publicado una recopilación de actualizaciones para solicitantes y becarios, incluida una guía de notificaciones sobre las flexibilidades administrativas y las preguntas frecuentes relacionadas (todos los enlaces están en inglés).

Se ha observado que los trastornos concurrentes, incluidas la EPOC, las enfermedades cardiovasculares y otras enfermedades respiratorias, agravan la prognosis de pacientes con otros coronavirus que afectan el sistema respiratorio, como los virus causantes de SARS (síndrome respiratorio agudo grave) y MERS (síndrome respiratorio de Oriente Medio). Según una serie de casos publicada en la revista JAMA con datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de China (CDC de China), la tasa de mortalidad (CFR) de la COVID-19 fue del 6.3% para quienes sufrían de enfermedad pulmonar crónica, en comparación con una tasa general de mortalidad del 2.3%. En China, el 52.9%. de los hombres eran fumadores, en contraste con solo el 2.4% de las mujeres; el subsiguiente análisis de datos que están surgiendo de China sobre la COVID-19 podría ayudar a determinar si esta disparidad está contribuyendo a la mayor mortalidad que se observa en los hombres en comparación con las mujeres, según lo reportado por los CDC de China. Si bien hasta ahora estos datos son preliminares, señalan la necesidad de continuar investigando para clarificar el papel de las enfermedades subyacentes y otros factores en la susceptibilidad a la COVID-19 y su evolución clínica.

Tal como sucede cuando se fuma, la acción de vapear también puede dañar la salud de los pulmones. Todavía no se sabe si puede causar EPOC, pero están surgiendo datos que sugieren que la exposición a los aerosoles de los cigarrillos electrónicos daña las células pulmonares y reduce la capacidad de responder a las infecciones. En un estudio patrocinado por los NIH, por ejemplo, ratones infectados con el virus de la influenza que fueron expuestos a aerosoles mostraron mayor inflamación y daño de los tejidos.

Las personas que consumen dosis altas de opioides, ya sea por motivos médicos o porque sufren un trastorno por consumo de opioides, enfrentan otros problemas y amenazas a su salud respiratoria. Dado que los opioides actúan en el tronco del encéfalo y reducen el ritmo respiratorio, su consumo no solo coloca a las personas en riesgo de una sobredosis fatal o que pone en peligro su vida, sino que también puede causar una reducción perjudicial del nivel de oxígeno en la sangre (hipoxemia). La falta de oxígeno puede ser especialmente perjudicial para el cerebro: si bien las células cerebrales pueden soportar períodos breves de poco suministro de oxígeno, es posible que sufran lesiones cuando esa situación persiste. Ya es sabido que la enfermedad pulmonar crónica aumenta el riesgo de mortalidad por sobredosis en las personas que toman opioides, y es por eso que la disminución de la capacidad pulmonar que causa la COVID-19 podría poner igualmente en peligro a este grupo.

Los antecedentes de consumo de metanfetamina también pueden crean un riesgo. La metanfetamina contrae los vasos sanguíneos, y ese es uno de los factores que contribuyen al daño y la hipertensión pulmonar en quienes la consumen. Los médicos clínicos deben estar preparados para vigilar los posibles efectos adversos del consumo de metanfetamina—cuya prevalencia está aumentando en nuestro país—cuando traten a pacientes de COVID-19.  

Otros riesgos para las personas con trastornos por el consumo de drogas incluyen menor acceso al cuidado de la salud, inseguridad habitacional y mayor probabilidad de encarcelación. El acceso limitado al cuidado de la salud coloca a las personas adictas en una situación de mayor riesgo de contraer muchas enfermedades, pero si se colma la capacidad de los hospitales y clínicas podría ocurrir que estas personas adictas—que ya son objeto de estigmatización y se ven marginadas por el sistema de cuidado de la salud—se enfrenten con barreras aún mayores en el tratamiento de la COVID-19.  La falta de vivienda o la encarcelación pueden exponer a las personas a entornos en los que están en contacto directo con otras personas que también podrían tener un mayor riesgo de infección. La perspectiva de la autocuarentena y otras medidas de salud pública también pueden entorpecer el acceso a jeringas, medicamentos y otros elementos de apoyo que las personas con trastornos por consumo de opioides necesitan.  

En estos momentos sabemos muy poco sobre la COVID-19, y menos aún sobre su intersección con los trastornos por consumo de drogas. Pero podemos hacer conjeturas fundamentadas a partir de las experiencias con personas cuya salud está comprometida debido a que fuman o vapean, y de personas con trastornos por consumo de opioides, metanfetamina, cannabis u otras drogas. Estos grupos podrían tener un mayor riesgo de contraer COVID-19 y sufrir complicaciones graves de la enfermedad por varias razones fisiológicas, sociales y ambientales. Por lo tanto, la comunidad de investigadores debe estar alerta a la relación entre la gravedad/mortalidad de los casos de COVID-19 y los antecedentes de tabaquismo, vapeo o consumo de drogas, y las enfermedades pulmonares relacionadas con fumar o vapear. También debemos asegurarnos de que los pacientes con trastornos por consumo de drogas no sufran discriminación si el aumento de casos de COVID-19 agrega una carga mayor a nuestro sistema de cuidado de la salud. 

Mientras nos esforzamos para hacer frente a los grandes desafíos de salud de las sobredosis de opioides y otras drogas—a los que ahora se suma la creciente cantidad de infecciones de COVID-19—, el NIDA alienta a los investigadores a solicitar suplementos que les permitan obtener datos sobre los riesgos de la COVID-19 para las personas que sufren de trastornos por el consumo de drogas.


Enlaces adicionales

Última información de los CDC sobre la enfermedad por coronavirus COVID-19 (en inglés)