Las clases de medicamentos de prescripción que se abusan comúnmente incluyen los opioides, los depresores del sistema nervioso central que también se conocen como "sedantes" o "tranquilizantes" y los estimulantes.
Los opioides: a menudo recetados para tratar el dolor, producen somnolencia, náusea y estreñimiento. Si se toma una sola dosis excesiva de un opioide se corre el riesgo de una severa depresión respiratoria que puede conducir a la muerte.
Depresores del sistema nervioso central: recetados con frecuencia para tratar la ansiedad y los trastornos del sueño, reducen la actividad normal del cerebro. Debido a esto, cuando una persona deja de tomar estos medicamentos repentinamente, la actividad cerebral puede rebotar y acelerarse fuera de control, potencialmente resultando en convulsiones y otras consecuencias perjudiciales.
Estimulantes: prescritos para tratar la narcolepsia, los trastornos de déficit de atención (como el acompañado por la hiperactividad conocido como ADHD, por sus siglas en inglés), y el sobrepeso excesivo u obesidad. Estos medicamentos aumentan la presión arterial y la frecuencia cardiaca, contraen los vasos sanguíneos, aumentan la glucosa sanguínea y abren las vías del sistema respiratorio. Las dosis altas de estimulantes pueden resultar en un alza peligrosa de la temperatura corporal y un latido cardiaco irregular. También existe la posibilidad de un fallo cardiovascular o de convulsiones mortales.
Por esto, es importante asegurarse que los jóvenes en el hogar no tengan acceso fácil a los medicamentos de prescripción. Además, el uso a largo plazo de cualquiera de ellos puede llevar a la adicción.
Nora D. Volkow, M.D., Directora, NIDA